Breve historia a destiempo

Me hallo lleno de gozo. He tenido unas fiestas en mi tierra que han dado una nueva dimensión a aquello de "¿Las navidades que tal, bien o en familia?". Nervios, malentendidos, un nivel de estrés que se manifestó en forma de llagas en mi cuerpo y unos cuantos miembros de mi entorno a los que no creo que vuelva a dirigir la palabra.

Sin embargo, estoy exultante. Podría explicarte por qué de forma rápida y concisa. Podría apuntar a las causas y razonar sobre ellas brevemente.

Va a ser que no, sabes que no vienes a eso.


Hace más de cinco mil años, los miembros de varias aldeas de lo que viene a ser Mesopotamia de arriba se dieron cuenta de que si se aliaban, especializaban la mano de obra y concentraban recursos, la vida era mucho más fácil.

Claro que para decidir quién iba a gestionar eso, se mataron unos a otros la mitad del tiempo y quemaron cultivos y mataron ganado la otra mitad.

Y a pesar de que el inicio de la vida en sociedad fue un fiasco, los humanos nos las apañamos para ir cuesta abajo.

A saber cuanto tiempo más tarde, pero igualmente hace más de cinco mil años, esta sociedad a la que conocemos como Sumeria creó el primer sistema de escritura, esto estuvo bonito. Gracias a ello tenemos registros escritos de todas las barbaridades que hicimos a partir de ese punto.

Nos dio por esclavizarnos los unos a los otros por beneficio económico, una práctica que no hemos abandonado del todo.

Creamos religiones que enterraban vivo a cada tercer hijo en los cimientos de de las casas para ahuyentar a malos espíritus que no existen y si bien hemos dejado de enterrar bebés, seguimos mutilando genitales en nombre de un credo divino escrito por el hombre.

Creamos la democracia y abolimos la esclavitud para luego abolir la primera y restablecer la segunda.

Levantamos imperios para derribarlos y volver a construirlos a base de bañar la tierra con el sudor y la sangre de aquellos que no podían decidir sobre su propio destino.

Los egipcios levantaron un imperio funerario cuyas tumbas hoy son destino turístico y objeto de especulación sobre visitantes de otros mundos.

Los griegos crearon la democracia y empezaron a hacer las preguntas que llevarían al ser humano a elevarse sobre lo mundano. Hoy su gentilicio nos recuerda más a mirar a Cuenca que a la propia Grecia.

Los persas conquistaron medio mundo para dejar un legado de decoración sobrecargada y demasiado mullida.

Los romanos también mataron un montón de gente extendiendo la paz romana a base de amenazar con la guerra.

Poco después los bárbaros hicieron barbaridades y dieron el golpe final a un imperio que se disgregó en varios reinos que luego se repartirían el mundo conocido.

Un genovés tomó un montón de barcos pagados con dinero español para encontrar una ruta más corta a la India y encontró una nueva tierra llena de gente a la que masacrar, conquistar y evangelizar. A veces en ese orden.

Entretanto, la inquisición hizo un esfuerzo fabuloso por frenar la ciencia occidental durante varios siglos, lo que facilitó la propagación de plagas y la proliferación del hambre.

Nos las apañamos para poner todo el mundo en guerra y nos resultó tan aterrador y aprendimos tanto de sus horrores que hicimos una secuela menos de tres décadas más tarde.

Después de todos estos desastres, uno se pregunta qué sentido tiene todo esto.
Luego veo a mis hijos, me sonríen con una inocencia que recordaba imposible en este mundo que sólo cuenta el progreso tras cada gran atrocidad y me doy cuenta: A veces todo es tan grande e insuperable que no hay sentido en intentar encontrar un motivo, sólo algo hermoso a lo que agarrarse.

Y estos demonios me tienen maravillado.

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