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Mostrando entradas de noviembre, 2016

Ya vienen

Suena un poco a título de película de terror, pero estoy hablando de mis enanos: ya vienen. La tontería empieza con que me he topado con una cuenta atrás para la llegada de Santa Claus, no confundir con el Sinter Klaas holandés, que viene veinte días antes cargado de regalos y divertidos ayudantes que no personifican ningún tópico racista que sepamos. El asunto es que el veinticinco de diciembre es también la fecha en la que estimamos que nuestros enanos tendrán a bien venir al mundo a traer algarabía y jolgorio a mis padre y suegros y muchas horas de dar por culo a mi señora y a mí entre grandes cantidades de comer, defecar y dormir.

A ras de suelo, literalmente

Esta historia no empieza con el despertador sonando, de hecho, ni siquiera tuvo lugar un lunes sino todo lo contrario, un viernes por la noche. Para todos aquellos que tengáis planeado engañar a vuestra pareja para que madure vuestra prole nueve meses en su vientre o aquellos en los que la interesada sea ella debéis saber un detalle muy importante: Un hombre con su mujer embarazada al lado se vuelve tonto. Muy tonto. Subnormal profundo.

Rutina

Me despierto, me ducho, me visto, desayuno y al bus. Y la noche anterior, antes de irme a la cama, decido a qué hora voy a despertarme para que me de tiempo a ducharme, decido qué me voy a poner al día siguiente y qué voy a desayunar. Cuando llego a la oficina, me pongo a trabajar en lo que tenía planeado desde el día anterior y tengo asignada al menos otra tarea para después. Según se acerca el final del día, intento planear que voy a hacer al menos durante las primeras horas del día siguiente. ¿Predecible? ¿aburrido? No, es rutinario y eso no viene a ser lo mismo.

Completos desconocidos que forman parte de mi vida

Me despierto enérgico, es uno de esos días en los que duermes maravillosamente bien y te sientes con energía para afrontar todo lo que la vida decida arrojarte a la cara. Ducha y desayuno fuerte antes de ponerme en camino y llegar a la oficina en un suspiro. A veces hasta el transporte público se compincha para que todo vaya rodado. Después de un día en el que se rompen un par de cosas con fácil solución y las tareas planeadas para el día caen como fichas de dominó, me dan la noticia: Hay una pringada de la que creía que me había librado y a la que voy a tener que asistir igualmente.