Crecer más que la pecera

Llevo tiempo dando vueltas a los temas de la estabilidad laboral y de la formación a cargo de la empresa, pero siempre que intento escribir sobre un tema, termino hablando del otro.


Y es que son dos asuntos que guardan una relación considerable cuando uno ha abierto las alas y ha echado a volar a un mercado laboral distinto al español*. Lejos de las prácticas en las que los recursos humanos son mucho más recursos que humanos y en un lugar donde la clase política entra en pánico si el paro se acerca al cuatro por ciento, la estabilidad significa algo diferente.


(*Hay excepciones, como en todo, pero no nos vamos tantísimos porque la norma en España sea que el empresario te trate con humanidad.)





Aquí, en tierras de canales, tener estabilidad laboral significa ser empleable. Si eres trabajador y no tienes ninguna tara, lo tienes relativamente fácil para encontrar curro.


Mi experiencia en España es que para tener estabilidad tienes que tener un contrato fijo o ser funcionario.




Dramatización ubicada a mediados de dos mil quince:


"Ahora que tengo estabilidad, voy a meterme en una hipoteca por el setenta por ciento de mi sueldo".


"¿Estabilidad?"


"Sí, ¡me han hecho contrato fijo!"


"Coño pues sí, y encima de lo tuyo, energías renovables. Todo debería irte rodado, salvo que algún idiota le ponga un impuesto al sol".



Para los funcionarios no está mucho mejor, piensa que se les congela el salario y el coste de vida sigue subiendo. Tu situación es estable, sí, del mismo modo que es estable la situación de un hombre atado con una cadena al fondo de un pozo mientras llueve: No es probable que te muevas de ahí, lo que no implica que tu situación sea buena.


Hace poco conocí una situación de una empresa cuyo nombre no mencionaré, en la que trabaja una persona cuya relación conmigo y nombre también mantendré en privado.


Dicha empresa se dedica a comercializar un producto tecnológico que, según múltiples perspectivas, incluida la de los propios socios, está por quedar obsoleto, así que se están planteando cambiar de sector.


¿El problema? No pueden cambiar de sector porque el personal, personas inteligentes y capaces, también está obsoleto.


Aquí podríamos arrancar el clásico debate sobre quién tiene que responsabilizarse por la formación del trabajador. Hace tiempo leí un artículo en el que explicaban que si tú vas a un peluquero, éste no te pide que le pagues un curso para hacer el corte que le pides y luego te cobra el corte en sí mismo. Por esa misma lógica, deberías buscarte tú los garbanzos.


Parece lógico, ¿verdad? Parece lógico hasta que te paras a pensar en algo: Si un corte es tan poco común que hay un curso específico para saber hacerlo y el cliente quiere ese corte sí o sí, es bastante probable que sí tenga que pagar el curso o buscar otro peluquero que ya haya hecho el curso.


Claro que ese otro peluquero no es tu peluquero de confianza, ese que sabes que entiende lo que le pides y que hace bien el trabajo.


Esta empresa de la que os hablo, está sufriendo las consecuencias de ignorar aquello que decía Henry Ford:




Hay algo peor que formar a tus empleados y que se vayan: No formarlos y que se queden.



Y cuando un tío con la medalla al mérito del Tercer Reich es más progresista que tú, tienes que hacértelo mirar.


Aunque no sólo voy a apuntar dedos al malvado cacique, también tengo indicaciones digitadas para el hermano proletario.


Perdona, persona anónima con la que guardo una relación no definida.


Y es que el equipo que compone el personal de esta empresa ha sido víctima del concepto español de estabilidad: Si tengo un contrato fijo en una empresa, tengo estabilidad así que no tengo que preocuparme.


El resultado es una empresa que avanza de forma estable hacia la obsolescencia. Van cuesta abajo, sin frenos, pero con estabilidad, siempre todo muy estable.


Servidor fue criticado cuando dejó la carrera, porque era la forma de conseguir un trabajo estable. Fue una persona concreta quien me lo dijo, alguien que había terminado de estudiar una carrera que odiaba y ahora era funcionario público y que se puso a sí mismo de ejemplo.


Tiempo después fui criticado también por dejar un trabajo en el que me ofrecían un puesto fijo que iba a odiar. La persona en cuestión tenía un puesto fijo y se puso a sí misma de ejemplo.


Ahora mismo, a tiempo pasado, como los cobardes, me atrevo a ponerme yo mismo de ejemplo.


He encontrado mi estabilidad en ser un empleado deseable para las empresas en las que quiero trabajar. Di tumbos y dejé hasta tres empresas poco antes de que me ofrecieran el contrato fijo o con este ya prometido hasta que encontré una empresa en la que realmente quiero estar.


Sé que el funcionario en cuestión vivía ajustando el presupuesto antes de la congelación salarial y que tuvo que moverse al sector privado, donde los días son más largos que las semanas enteras del sector público.


Sé que la persona que se quedó en el puesto fijo cuando yo me fui ha visto incrementadas sus responsabilidades y su carga de trabajo pero no su salario en los últimos tres años.


Ahora viene lo guapo: A mí ni una empresa me ha pagado un curso.


No es exactamente cierto, conseguí que una de ellas me inscribiera en uno y lo declarase a través del a fundación tripartita, por lo que les saldría gratis. Sin embargo, vi el momento de marcharme de esa empresa y lo tomé, y como me habían aprobado el curso porque les salía gratis y ahora no lo iban a poder pasar por la fundación, lo tuve que pagar yo, pero con la factura a nombre de mi anterior empresa, con lo que no lo pude declarar como autónomo.


Porque sí, mi camino a la estabilidad pasó por hacerme autónomo en España.


Todo el resto de mi formación externa ha salido de mi bolsillo, de mi tiempo libre y de un soberano esfuerzo autodidacta. Y hablamos de cursos que han tenido precios de cuatro dígitos sin titulación. Pagar más de lo que cobras en un mes por una semana de clase por la que no te van a dar ningún papelote pone las cosas en perspectiva.


Empiezas a entender que los títulos no valen de una mierda y que donde valen, generalmente no quieres trabajar. Te dedicas a mirar con lupa quién da qué clases, ya no sólo en tu sector, cualquiera que vaya a dar una charla a la que vaya a ir algún conocido es sometido a un estudio digno de un acosador de película de terror. Porque si pagas es para que, al terminar, seas capaz de hacer algo que antes no eras capaz de hacer.


Al final, crecer y tener estabilidad son cosas que van de la mano y, si bien no es obligatorio que una empresa pague tu formación, no darte espacio para formarte puede ser una condena de muerte para el negocio.


Y el miedo a que se vayan tras haberlos formado es del todo irracional. En primer lugar, se pueden poner cláusulas en las que el empleado tenga que pagar la formación recibida en los últimos x meses si se marcha. Se hace y no es una práctica abusiva, es proteger la inversión. Sin embargo, ahí acaba el alcance de las opciones que hay para proteger dicha inversión.


Porque lo que realmente impide que se vaya el talento es que no quiera irse. El buen trabajador encontrará trabajo si se lo propone, no importa cuantas trabas pongas. Si conviertes tu empresa en una prisión, todo el mundo querrá marcharse, pero sólo los mejores lo conseguirán. Eso te va a dejar con una empresa llena de gente con poco talento, mal formada y que no quiere estar ahí.


O peor aún, y este es el caso de la persona anónima. Puede que hagas una prisión tan bien hecha que la gente no se vaya, pero no se prepare para lo que está por venir. Un día, esta empresa va a descubrir que no puede seguir adelante y que todo su personal va a encontrar empleo en otro sitio, porque aunque no tengan una formación al día, tienen experiencia y ganas de aprender y otras empresas pueden absorber uno o dos trabajadores así a cambio del trabajador en el que se convertirán tras algo de formación.


La estabilidad no es estar en una sartén de la que no te pueden tirar. La estabilidad es ser capaz de saltar de la sartén al fuego, sortear las llamas y poder campar a tus anchas por la cocina. Quizá llegar al tarro de galletas, galletas con chips de chocolate... Vale suficiente con la metáfora.


Como decían en uno de mis artículos favoritos de toda la historia de internet, aprende algo nuevo siempre que puedas. ¿Patrones de diseño?, dale. ¿Diseño por dominio?, ni te lo pienses. ¿Arquitectura de redes?, claro. ¿Modding con luces de neón para dejar la torre chula?, adelante. ¿Tejer a mano?, no veo el problema. ¿Escrototerapia?, dinero y tiempo bien invertidos. Si te apetece aprender algo, hazlo, no sólo crecerás en una dirección que te gusta, sino que mantendrás funcionando tu maquinaria de aprendizaje. A la hora de reclutar, un CV con un curso al año, de LO QUE SEA, dice que esta persona es capaz de aprender a detener una reacción nuclear con un paquete de almendras si es necesario.


Aprender te hace empleable y ser empleable es tener estabilidad.

Comentarios

  1. Me he olvidado ¿de que hablabas? a sí, escrototerapia. Vaya invento, se ve que no te han dado bastante por cuenca en los 6 párrafos anteriores jajajaja

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  2. […] con la búsqueda de empleo. Siempre hay que aprender de todo y de todos, ya lo comenté en una ocasión. Aunque seas el mejor en lo tuyo, aunque sepas sin lugar para la duda que sabes todo lo que se […]

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