Amor perruno

Suena el despertador y tras una noche de despertarme continuamente de pesadillas, la mala baba que llevo encima es más que suficiente para que se apague de puro pánico.


Generalmente me despierto con buen ánimo, pero hay días en los que duermo muy mal y mi humor suele hacer que los aguacates maduren de terror ante lo que puede pasar si hinco el cuchillo y me encuentro que está verde.


Hoy es uno de esos días y una ducha de agua helada después sigo con un ojo cerrado y un dolor de cabeza que no deja de susurrarme: "Hoy es día de pastillas, ¡wiiiii!". Me visto, bajo a la planta baja y rasco distraídamente a las tres fierecillas que me esperan en el salón de mi casa.



Tomo del cajón de las medicinas el primero de unos cuantos gramos de paracetamol que van a caer a lo largo del día mientras improviso algo parecido a un desayuno. Un paseo rápido hasta la parada, un gesto al guagüero y estoy de camino a la oficina.


Como si el dolor de cabeza, el mal humor y la somnolencia no fuesen suficientes, hoy es uno de esos días en la oficina en los que todo se rompe y todo es urgente, todo el mundo necesita que todo esté hecho ya y los informes de progreso deben fluir a uno por minuto y mostrar verdadero progreso perceptible.


Yo en esos días tomo prestada una idea de fabuloso Patrick Rothfuss y me intento aplicar el corazón de piedra, lo que viene a ser, esencialmente, ponerme en "modo máquina": Intento sacar todo el trabajo posible manteniendo el delicado equilibrio entre que no me importe nada más y que todo me importe un bledo.


Suena ridículo, pero funciona. Después de unos años en el ruedo empiezas a entender que no hay problema que no termines resolviendo si pones energía en ello, así que cuando tienes un día perro en el que el mundo se cae a pedazos, decides que te da exactamente igual exasperar a medio edificio: Tú a tu ritmo, vas sacando un problema detrás de otro, sin celebrar los problemas resueltos, pero sin dar la menor importancia a lo que quedan por resolver.


Funciona especialmente bien para mí. Porque cuando el día termina, además de una esposa maravillosa, me esperan en casa tres peluches saltarines que cada vez que me ven llegar por la puerta se comportan como si fuera la primera vez que ven su juguete favorito después de años sin verlo.


Después de que por la mañana pasase en moto de ellas, después de que haya sido rígido como un sargento en su adiestramiento, después de mandarlas a tomar por saco cuando tienes un día en el que no estás cariñoso y ellas lo están demasiado y después de que entres en casa con una cara que se suele definir como cara de perro, pero que no lo es, porque los perros son majísimos, ellas me reciben con una alegría que escapa a la comprensión de lo racional.


Karma, una husky siberiana de reducidas dimensiones (por pura cuestión de que le tocó ser así, adulta es) que adoptamos en un albergue en Canarias suele entrar por un lateral y acercarte el morro como si fuese un gato para pedirte que le hagas mimos. En otras ocasiones, se pone a dar vueltas de alegría y a emitir unos sonidos que van desde el gemido hasta el aullido lobuno, aunque generalmente se quedan en lo primero.


Gucci (nombre elegido por mi suegra, lo juro), es un híbrido de doce razas distintas, ninguna de las cuales tiene nombre. Siempre dispuesta a jugar, se acerca, se pone en postura de ataque de broma y espera tu reacción, pero le puede el ansia de mimos y cuando  ve que estás rascando a Karma se rinde y se acerca para recibir su ración. También hace lo de las vueltas de alegría en ocasiones y salta estirando las patas con la esperanza de llamar tu atención o arrancarte un trozo de pierna, quizá las dos cosas.


Aunque Himmel, sin duda, es el verdadero espectáculo doméstico. Una adorable bolita de pelo blanca a la que me gusta llamar cariñosamente "anticristo" y a la que mi suegra llama "Satanás" y a la que algún desgraciado tiró literalmente a la basura cuando tenía sólo unos días de vida. Esa pequeña cosa que contiene tanta maldad como adorable es su apariencia tiene una virtud que compensa por su malicia (ya os contaré alguna de sus maldades para que os podáis reír a gusto): Tiene un "modo euforia" en el que es capaz de violar las leyes de la física.


Y es que no tiene término medio cuando está contenta. Se vuelve absolutamente loca.


Empieza a correr en direcciones aleatorias de la casa, ganando una tracción perfecta en el suelo de parqué y pudiendo cambiar de sentido la marcha sin que la inercia que llevaba le suponga un impedimento. Se sube al sillón, da dos vueltas en torno a las butacas, pasa por debajo de la mesa del comedor, entre tus piernas, vuelta al sillón, se baja, pero sin que sepas cómo se ha vuelto a subir. Si pones atención, te aseguro que percibirás que en ciertos momentos está bajo la mesa, en el sillón, pasando entre tus piernas y dentro de la caja del gato de Schrödinger a la vez.


Si a eso añades que se aburre del sonido de sus propios gemidos y cambia la cadencia y entonación para no repetirse, tienes un espectáculo único cada vez que llegas a casa.


A veces intentar algo no implica tenerlo y no siempre conseguirás lo que te propones aunque hagas el mejor de tus esfuerzos, pero eso no le pasa a Himmel. Por pura energía, por simple grandiosidad del esfuerzo realizado, incluso en el peor de los días, es capaz de hacer que te rías y que olvides tu día de color marrón.


A veces una sombra cruza por mi mente cuando pienso en que estos tres adorables trastos fueron adoptados de la calle o de un albergue, lo que significa que hay al menos tres personas ahí fuera que no fueron capaces de sentir el sano e incondicional amor de un perro, luego Himmel sale del desfase cuántico para tropezar con la pata de la butaca y se me pasa el mal rollo.

Comentarios

  1. Como te descuides te quedas sin Karma, aviso.

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  2. "...cuando el día termina, además de una esposa maravillosa, me esperan en casa tres peluches saltarines que cada vez que me ven llegar por la puerta se comportan como si fuera la primera vez que ven su juguete favorito después de años sin verlo."

    Me recordaste esto: https://www.youtube.com/watch?v=i-80SGWfEjM

    Si no fueran tan dependientes de los seres humanos (sobre todo el tema de la alimentación), tendría uno (la nobleza que tienen y, sobre todo, ese amor incondicional que te ofrecen)...

    Eso y, sobre todo, que a mí me ha despedido un gato (cosa que puedo contar como ejemplo de lo desgraciados que pueden ser esas ingratas bolas de pelo).

    Tu casa, entre los perros y los gemelos, va a dar juego para escribir guiones de comedias (apunta la idea: pon cámaras y véndelo en unos años).

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  3. Esa película da explicaciones turbadoramente coherentes a lo que pasa por la mente de un perro cuando hace cada una de las "cosas de perro" que hacen.

    Bueno, espero que encuentres la forma de superar el problema que supone dicha dependencia.

    Lo del gato me lo tienes que contar, me lo creo, los gatos son malvados, pero quiero saber detalles.

    Lo de la comedia ya estaba planeado, respira tranquilo.

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  4. La película esa es mala de cojones! El trailer está bien montado, es gracioso, pero básicamente esas son todas las gracias de la película!

    Se dice que uno es una persona de perros o es una persona de gatos....el perro es muy dependendiente, el gato es muy independiente...con sus cosas buenas y sus cosas malas. Yo es que paga gastar dinero en comida y veterinario de un bicho que pasa de mi culo, pues va a ser que no. Yo gasto dinero y qué menos que me den cariño, me hagan compañía y que me defiendan :p

    Por cierto Paquito, te diré una cosa. Cuando conocí a mi ex español, tenía miedo de los perros que se le acercaban cuando cruzaba por el parque. Ahora es más perruno que yo, tiene perro, su vida gira entorno al perro y colabora con causas solidarias perrunas. Esto es como las pringles, cuando haces Pop, ya no hay stop...

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